Public & Government Affairs

El liderazgo español de la UE: una presidencia clave y desafiante

La próxima presidencia española de la Unión Europea llegará en un momento clave por los grandes retos económicos, energéticos, militares y geoestratégicos que tiene la región y por la proximidad de las elecciones al Parlamento Europeo, previstas para mayo de 2024. 

Sin duda, la Comisión Europea querrá que los casi 450 millones de habitantes de la UE tengan una imagen de agilidad en las respuestas a los grandes desafíos por lo que la sintonía entre su presidenta, Ursula Von der Leyen, y Pedro Sánchez, jefe del Ejecutivo español, será clave para la toma de decisiones. Además, la Moncloa asumirá esta delicada misión en julio de 2023, tras las elecciones locales y autonómicas y con las generales a final de año, lo que elevará la tensión política en España y aumentará el foco mediático sobre sus actuaciones.

Cuando aún persisten los temores sobre un hipotético regreso de la COVID a Europa, los tambores de guerra comercial no dejan de sonar por el auge del nacionalismo protector de las grandes potencias (Estados Unidos y China).

Europa debe buscar su sitio en la nueva configuración del comercio mundial, amenazado por una fragmentación impulsada por medidas políticas -no del mercado-, que pone en peligro la globalización, con la configuración de bloques de países sin aranceles internos entre ellos, pero enfrentados a otros. No obstante, el libre comercio está más vivo de lo que parece por las predicciones negativas de tantos organismos internacionales: tras la caída de 2020 (-5,6%), se recuperó en 2021 (+13%) y ha cerrado 2022 con un récord de 32 billones de dólares, un 10% más en mercancías y un 15% en servicios, según la UNCTAD. Para este año también existen malos augurios por las tensiones geopolíticas y el endurecimiento de las condiciones financieras, pero todavía es pronto.

A falta de la agenda oficial que prepara la Oficina de Prospectiva del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, junto con más de 20 organizaciones de distinto signo a nivel europeo, se ha conocido que los ejes centrales de la Presidencia española serán el fomento de la autonomía estratégica industrial, con especial atención al desarrollo de las empresas verdes, digitales, biotech y de inteligencia artificial, así como el avance en las medidas sociales del estado de Bienestar.

En unas recientes declaraciones, con motivo del Spain Investor Day, el presidente Sánchez apuntó que su guía como responsable europeo será “definir y detectar dónde están las debilidades, las vulnerabilidades de Europa para la próxima década y dónde tenemos que construir esa autonomía estratégica para no volver a sufrir lo que sufrimos durante los meses más aciagos de la pandemia, donde Europa, no solamente España, no contó con la capacidad para poder fabricar un elemento tan básico como las mascarillas”. El jefe del Ejecutivo, que recibirá el mandato de manos de Suecia, indicó que se potenciará la modernización industrial del viejo continente “en este contexto energético tan difícil, en este año tan complejo y donde hay aliados comerciales tan importantes como Estados Unidos, que barren para su casa con las políticas económicas que está poniendo en marcha”.

Estas palabras centran el problema en colocar a la Unión Europea en un lugar preminente en la carrera entre las grandes potencias por el liderazgo en las tecnologías clave para la transición energética y digital, con la potenciación de la industria militar. Von der Leyen dejado claro en Davos que la UE tiene un plan concreto para no quedarse rezagada en la pugna desatada por Estados Unidos y China, que están fomentando las subvenciones para las empresas no contaminantes siempre que se instalen en sus respectivos países.

Este programa, conocido como el Green Deal Industrial, pasa por cuatro principios: la agilización de procedimientos burocráticos y de acceso a los recursos necesarios para avanzar, la financiación, la formación de trabajadores y el establecimiento de garantías de comercio y, por último, abogar por una competición internacional justa. Estos fundamentos son una regulación muy completa, pero ha sido superada por las normas posteriores de la Inflation Reduction Act de Estados Unidos, que es la que está marcando la agenda internacional. Esta situación demuestra que lo importante no es ser pionero en la regulación, sino tener capacidad de influencia internacional.

Entre los sectores estratégicos que están en juego se encuentra los semiconductores, el farmacéutico y las baterías. Este último es de especial importancia para España por su producción de litio, fundamental en las baterías eléctricas, un bien muy preciado en la Unión Europea, cuya dependencia de las importaciones de este metal superan el 85%.

Sin duda, este panorama dominado por la incertidumbre hará más complejo que las medidas que se tomen bajo la presidencia española y los numerosos expedientes que se cierren, sean exitosos y de calado. De una forma u otra, las decisiones europeas coordinadas desde Madrid estarán marcadas por el último as que tiene en la manga Ursula Von del Leyen: la creación de un Fondo de Soberanía para ayudar a la financiación de empresas “made in UE”. A la vez que se lanza este Fondo, se relajarán “temporalmente” las normas sobre ayudas de Estado para competir con las grandes potencias y otras regiones, admitió la líder europea. Aquí España deberá estar atenta para evitar que estas ayudas no recaigan principalmente en las dos grandes potencias, Alemania y Francia, así como vigilar que las subvenciones no se cronifiquen restando competitividad a Europa.

Sin duda el Ejecutivo español está en sintonía con esta política de ayudas públicas, como lo ha demostrado en sus más de tres años de Gobierno, con un gasto de 45.000 millones para combatir el covid, la inflación y la crisis económica derivada de la guerra. Son muchos los que reconocen que este gasto ha sido necesario para evitar crisis sociales y grandes pérdidas de empleo, como en crisis pasadas, pero también hay críticas de algunos organismos por el fuerte deterioro del déficit público y el incremento del endeudamiento del Estado, un talón de Aquiles para las finanzas públicas en un marco de subida de tipos de interés.

Sánchez tiene a su favor que llegará a la presidencia de la UE con la vitola de sus buenas relaciones con la Francia de Macron y la Alemania de Scholz (se acaba de ampliar el acuerdo de interconexión del hidrógeno verde a los tres países), pero carga con el lastre del lento reparto de los Fondos Next Generation y PERTES, salvo que tome medidas eficaces en los próximos meses. Esta experiencia no es un buen aval ante Bruselas para capitanear futuras ayudas públicas a las empresas y el desarrollo del próximo Fondo de Soberanía de la UE. El retraso en la asignación de los Fondos UE y la confusión sobre su reparto final, ha evidenciado la  incapacidad de la Administración española para gestionar los 70.000 millones de dotación inicial, algo que no han pasado desapercibido ante la UE. La sensación es que el proceso va más lento de lo esperado y que España ha quedado por detrás de Francia y Alemania, cuyas inyecciones de fondos a sus industrias han llegado con rapidez.

En este capítulo será fundamental la capacidad de liderazgo y de convencimiento de Nadia Calviño, vicepresidenta primera del Gobierno. Calviño, exdirectora general de Presupuestos de la UE, ha pasado 12 años en cargos relevantes en Bruselas, domina cuatro idiomas, y ahora deberá utilizar su gran agenda de contactos y su capacidad de gestión para impulsar las decisiones más relevantes y evitar una fuga de empresas industriales y tecnológicas europeas.

Por otro lado, ante el nacionalismo climático emergente, el Gobierno también cuenta con el liderazgo de Teresa Ribera, vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Tras el éxito de la fijación de un tope ibérico al precio del gas, Rivera ha capitaneado el pacto de precios al gas europeo, tras una larga negociación en la que no dudó en enfrentarse, con firmeza y mano izquierda, a altos representante de Alemania y Francia hasta lograr su objetivo.

Los retos para la presidencia española de la Unión Europea son urgentes y de calado. Esta tarea debería contar con el apoyo de los principales partidos porque es una cuestión de Estado, pero la coincidencia con el año electoral y el tradicional enfrentamiento no auguran la colaboración Gobierno-oposición, lo que restará fuerza al mandato. Esta es la quinta vez que España preside la UE; la última fue en 2010 y no volverá a hacerlo hasta dentro de más de 13 años previsiblemente. Si se quiere aprovechar la clara oportunidad de que España –cuarta economía de la UE- recobre peso político ante Bruselas, ocupando el tercer lugar y desplazando a Italia, ahora que está en horas bajas económicas y políticas, es el momento de apelar al pragmatismo europeo del PP. España es visto como un líder fiable para muchos pequeños países y esa oportunidad es única para el Estado; los dos partidos mayoritarios deberían ser conscientes de esta situación. En un mundo multipolar, el partido del futuro económico, el del bienestar y el de la seguridad se juega, cada vez más, en Europa.

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